Nunca como ahora hubo en la historia de la humanidad una tan urgente necesidad de guías espirituales y de exaltación de los valores espirituales.
Muchas cosas magníficas se han realizado en este y en el pasado siglo de cara al progreso del bienestar humano. Pero, curiosamente, parece haberse olvidado que nuestro bienestar depende básicamente de nuestra sabiduría y actitud espirituales. Es debido exclusivamente al no reconocimiento pleno de este hecho, el que podamos ver cómo el mundo actual se encuentra inmerso en un ambiente putrefacto de odio y violencia, de miedo y falsedad. En realidad, estamos haciendo, no sólo individual, sino internacional y racialmente, todo lo posible para una destrucción mutua.
Es el amor lo que crea la vida.
De todos los valores que hemos podido imaginar,
ninguno tan imperiosamente necesario
como el que hoy tratamos de poner de relieve:
el amor.
La vida no puede sostenerse sin amor.
Mi firme convicción es que la inmunda y sofocante atmósfera actual de odio y miedo está originada por la desaparición del amor fraterno y la hermandad y universal: casi no hace falta decir que esta asfixia procede de la no comprensión de que la comunidad humana es una red sumamente compleja y extensa de interdependencia mutua.
La enseñanza moral del individualismo, con todos sus corolarios significativos, es realmente muy sagaz, pero debemos recordar que el individuo es no-existente cuando queda aislado de los otros individuos y separado del grupo a que pertenece, ya sea este grupo biológico, político o cosmológico.
La enseñanza moral del individualismo, con todos sus corolarios significativos, es realmente muy sagaz, pero debemos recordar que el individuo es no-existente cuando queda aislado de los otros individuos y separado del grupo a que pertenece, ya sea este grupo biológico, político o cosmológico.
Desde un punto de vista matemático, el número uno no puede ser nunca uno, no puede ser nunca él mismo, en tanto no es puesto en relación con los demás números, cuya serie es infinita.
La existencia de un número solo, por sí mismo, es impensable.
Moral o espiritualmente, esto significa que la existencia de cada individuo, sea él consciente o no de este hecho, está en función de una omnienvolvente e infinitamente expansiva red de relación amorosa que nos incluye no sólo a cada uno de nosotros, sino también a todo lo que existe.
El mundo es una gran familia, y nosotros, todos nosotros, somos sus miembros.
No sé en qué medida podrá la geografía tener algo que ver con la configuración del pensamiento humano, pero el hecho es que fue el Lejano Oriente donde en el siglo VII se desarrolló un sistema de pensamiento conocido como escuela de filosofía Kegon.
El Kegon está basado en las ideas de fusión, interpelación, interrelación o mutua inobstrucción.
Cuando esta filosofía de la interrelación de las cosas es correctamente comprendida, el amor comienza a ser realizado, pues amar es reconocer a los otros y tomarlos en consideración en todas las circunstancias de la vida.
Cuando esta filosofía de la interrelación de las cosas es correctamente comprendida, el amor comienza a ser realizado, pues amar es reconocer a los otros y tomarlos en consideración en todas las circunstancias de la vida.
Hacer a los demás
lo que quisiéramos que éstos hicieran con nosotros
es la clave fundamental del amor,
y es esto lo que de forma natural
nace de la conciencia de relación mutua.
La idea de mutua relación y consideración excluye la noción de poder, pues el poder es algo aportado desde afuera a una estructura de relaciones internas. El uso del poder es siempre susceptible de ser arbitrario, despótico y alienante.
Lo que en estos momentos nos perturba no es otra cosa que una erróneamente exagerada reivindicación del concepto de poder por quienes no siendo capaces de ver su verdadera naturaleza, tampoco lo son de utilizarlo en beneficio de todos.
El amor no es un imperativo impuesto a nosotros por algún agente externo, pues ello implicaría un sentido de poder.
Un exacerbado individualismo es el caldo de cultivo en el que el sentimiento de poder es engendrado y alimentado; por este motivo, es egocéntrico, en el sentido de que se afirma a sí mismo de forma arrogante y a menudo violenta cuando poniéndose en acción trata de sojuzgar a los otros.
El amor, por el contrario, nace de la reciprocidad y la interrelación y está lejos del egocentrismo y la autoexaltación. Mientras el poder, superficialmente fuerte e irresistible, es en realidad estéril, el amor, aunque autonegación, es siempre creativo, pues es la raíz de la existencia.
El amor no necesita de ningún agente externo y todopoderoso para manifestarse.
Daisetz T. Suzuki
"Amor y Poder", del libro Budismo Zen
Es verdad.
ResponderEliminarBs.
Gracias Amapola!
EliminarNo podemos tener la Verdad...intelectualmente hablando... pero si podemos SENTIRLA... VIVIRLA como la totalidad de instante en instante!
No podemos tener la verdad porque LO SOMOS...
SOMOS AMOR y ÉSA es para mi ... la más grande y concreta VERDAD!!
ABRAZO DE LUZ!