«Kyrie eleison»
«Señor ten piedad»
«Señor ten piedad»
Esta plegaria repetitiva que el monje utiliza no es un medio que, al cabo de doscientas o trescientas repeticiones, le permitan encontrar a Dios.
Es simplemente un grito de amor,
porque cuando se ama, los amantes gustan de nombrarse.
El amor, nosotros lo sabemos bien, pasa por la palabra, pero la palabra más limpia.
Cuando una pareja se encuentra y decide casarse,
sabemos bien que el efecto amoroso les da
una posibilidad de encuentro que pasa por las palabras.
Cada uno querría decir sin cesar al otro que le ama,
pero cuando volvemos a encontrar a esa pareja hacia el final de su vida,
ellos no se dicen ya nada, ellos se miran el uno al otro.
La simple mirada es suficiente para manifestar este amor,
que se vive en el silencio, en la paz,
en el corazón totalmente despojado de aquello que le estorbaba al principio, probablemente a causa de la pasión.
Es necesario que él se calle;
es necesario que vaya hacia el silencio
y que repita este nombre de amor: Jesús.
«Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros»
se trata de una declaración de amor.
Reconocemos nuestro Dios, y nosotros Le decimos:
«Ten piedad de mi»,
no en una actitud miserablista en la que estaríamos
como "pisoteados" por nuestro Dios,
no se trata de eso de ninguna manera.
Simplemente, reconocemos, en la humildad,
que nosotros no sabemos amar.
Nosotros no sabemos amar, pero queremos amar.
A causa de esto, decimos:
«Ten piedad de nosotros. Ayúdanos a amar».
Ya que si queremos ser amantes de Dios,
pues bien, es necesario que El,
que nos ha creado y que ES Amor,
que nos ha creado y que ES Amor,
nos muestre este Amor,
no haga participes de él,
nos acoja en Él.
La Búsqueda de Dios
en la Tradición hesicasta.
Higumeno Simeon Monasterio de Saint-Silouane
(Saint-Mars-de-Locquenay)
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