Cuando nos invada la tristeza
al ver al Maestro (Thay) imposibilitado,
recordemos lo que él mismo nos enseñó
sobre la FLOR
Al mirar una flor a corazón abierto,
al VERLA en profundidad,
reconocemos la impermanencia
que la hace florecer,
comprendemos la interdependencia
que la creó tan maravillosa,
y la ausencia de un yo individual o separado,
que la mantiene unida a todo.
Así sentimos que en ese instante eterno
SOMOS LA FLOR
somos los mismo,
en nuestra esencia permanente,
y complementarios
en la sustancia que encarnamos...
Así, en ese AMOR PROFUNDO,
ella nos entrega su fragancia única,
y nosotros humildemente,
le compartimos nuestra propia vida,
nuestra vibración amorosa,
nuestra energía mejor.
Si al mirar al THAY,
en pensamiento o sentimiento,
somos capaces de percibir su (nuestra) naturaleza real,
sin superponer una representación mental
de lo que significa para nosotros,
como maestro y amigo,
como eterno compañero del camino...
Entonces seremos UNO CON ÉL
y llegaremos a SENTIR
¡Que ya mismo
aquí y ahora
eternamente
él es en nosotros!
-Desde Caminante Willy-
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