Un día, Buda estaba paseando tranquilamente
cuando Devadatta, (primo y enemigo férreo),
le arrojó una pesada roca
desde la cima de una colina
con la intención de acabar con su vida.
La roca cayó al lado del Buda
y Devadatta no pudo conseguir su objetivo.
Buda se dio cuenta de lo sucedido
y se mantuvo impasible,
sin perder la sonrisa de los labios.
Días después, el Buda se encontró con su primo
y lo saludó afectuosamente.
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
– ¿No estás enfadado, señor?
-No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
-¿Por qué?
Y el Buda dijo:
- Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca,
ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.
Para el que sabe ver,
todo es transitorio;
para el que sabe amar,
todo puede ser olvidado.
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